Pinturas sorprendentes de Sevilla: Los Jeroglíficos de las postrimerías

Pinturas sorprendentes de Sevilla: Los Jeroglíficos de las postrimerías

El Hospital de la Caridad de Sevilla, situado en el barrio del Arenal, es uno de esos lugares escondidos que han permanecidos casi intactos desde su fundación hace más de tres siglos.

Originalmente en la Edad Media este espacio lo ocuparon las Atarazanas o Astilleros, gigantes naves donde se construían los mejores y más grandes barcos de la flota de Castilla.

En el siglo XVI en una parte de las Atarazanas de construyo una pequeña capilla llamada San Jorge, para enterrar a los ahogados en el río. Este sería el germen del Hospital de la Caridad, realizado en pleno barroco a final del siglo XVII.

El Hospital de la Caridad era una institución destinada a cuidar a los pobres y enfermos en una Sevilla que vivía una de las peores crisis de su Historia. La fortuna del Hospital de la Caridad fue contar con un personaje ya mítico en la Historia de Sevilla llamado Miguel Mañara.

Un caballero sevillano de familia originaria de Corcega que en un momento de su vida, muy afectado por la muerte de su esposa, decidió entrar en la Caridad y al poco se convirtió en su Hermano Mayor y alma de la institución a la que dedicó toda su fortuna.

Gracias a Mañara tenemos la iglesia mejor decorada de Sevilla y en ella se encuentran los dos cuadros más impactantes de la ciudad. Llevan en este mismo lugar 340 años.

Mañara además de poseer una gran fortuna era un intelectual y quiso reflejar en la iglesia su ideología católica, fiel a la Contrarreforma pero basada en la Caridad Cristiana. Para ello contó con la colaboración de Juan Valdés Leal, cordobés, afincado en Sevilla y que fue el pintor más original de su época. Estos dos cuadros serian su obra maestra.

El Hospital de la Caridad y sus pinturas

En un abrir y cerrar de ojos

En un entorno oscuro, una luz ilumina dramáticamente un esqueleto. Este lleva un sepulcro y posa su pie sobre la bola del mundo, es la muerte que todo domina. Su mano derecha apaga una vela sobre la que vemos escrito: IN ICTU OCULI. Del latín: en un abrir y cerrar de ojos. Frase que nos hace referencia a la rapidez con que pasa la vida.

En la parte inferior del cuadro diversos objetos que simbolizan los poderes terrestres: Los libros de la intelectualidad, las armas del poder militar e incluso la mitra y tiara papal. Todos ellos terminaran con la muerte, que a todos llega. Y rápidamente.

El mensaje que nos trasmite Miguel Mañara a través de Valdés Leal es claro, puesto que la muerte nos llegara a todos más pronto que tarde, hay que preparase para la vida más allá, y para ir lo más directos al Cielo hay que practicar la Caridad durante la vida.

El Hospital de la Caridad y sus pinturas

El fin de la gloria del mundo

Similar es la idea que trasmite su pintura hermana, esta se llama FINIS GLORIAE MUNDI, es decir: El Fin de la Gloria del Mundo. Los más gloriosos personajes y acciones se acabaran con la Muerte, de modo que más vale llevar la vida de un buen cristiano y prepararse para la vida Eterna. En un primer plano un cadáver corrompido de un obispo, al lado el de un caballero que bien podría ser el propio Miguel Mañara vestido con su habito de la Orden de Calatrava. En la parte superior la mano de Cristo lleva una balanza, en un lado pesan los pecados capitales, simbolizados por animales, en el otro pesan los símbolos de la penitencia. Sera la conducta del hombre quien haga inclinar la balanza a un lado o a otro.

Este potente e intimidador mensaje estaba estratégicamente situado a la entrada de la iglesia, a derecha y a izquierda, los nobles sevillanos del siglo XVII entenderían perfectamente el mensaje que se les ofrecía. Un poco más adelante los cuadros de Murillo nos ofrecen una visión más amable y consoladora de la religión, pero el primer y demoledor mensaje ya ha llegado a su destino.

Cuadros tenebrosos, macabros e impactantes pero que encajan a la perfección con este ambiente de la Sevilla barroca de finales del siglo XVII. En este entorno la filosofía cristiana de la brevedad de la vida encontró su mejor pensador en Miguel de Mañara y su mejor ilustrador en Valdés Leal.

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